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Mostrando entradas de enero, 2022

Capítulo 39: Dificultades.

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      Dificultades. Cuanto más me centraba en mi gran sueño, más me encontraba con dificultades. Resultó que al haber pasado tanta hambre durante la guerra y al haber visto mi cuerpo tan perjudicado por su causa, estaba por detrás del resto de mis compañeras. Sus arabesques eran más perfectos que los míos. Sus movimientos eran más precisos que los míos. Y por supuesto sus cuerpos también eran mucho más resistentes que él mío.     Maldecía a la guerra por haber interrumpido mi formación, y al hambre por haber hecho mella en mi pequeño cuerpo de atleta. Por ello, cuando llegaba a casa por las noches tras una clase dura, me deprimía muchísimo. Veía como mi sueño se me escapaba de entre los dedos. Pero a la mañana siguiente todo era distinto. Por la mañana el sol volvía a brillar, y yo volvía a bailar.     Dadas las dificultades, me limitaba a repetir los movimientos que requerían una técnica más precisa. Al fin y al cabo conocía bien mi cuerpo, sus puntos débiles y por supuesto tambi

Capítulo 38: Madame avispa.

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     Madame avispa. Madame avispa, también conocida como Marie Rabert, mi exigente pero también generosa profesora de baile, tenía planes para mí. Me ofreció una habitación en su residencia en Camp Hill Gardens en Kensington. Sin duda no se había arrepentido en absoluto de que mi antigua instructora Sonia Gaskell me recomendara tiempo atrás. 

Capítulo 37: Día a día.

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       Día a día. Tras la guerra, ya en 1948, mi madre y yo vivíamos disfrutando de todos y cada uno de los días de nuestra vida. Hacía ya nueve años que había abandonado Inglaterra y ahora al fin había vuelto.    Soñaba con bailar en el teatro Covent Garden y en ser la primera bailarina de una gran compañía de ballet.    Estaba muy feliz con mi nueva vida en Londres. A las diez de la mañana comenzaba la primera clase, y justo a las seis de la tarde comenzaba la última. Mientras tanto aprovecha los trabajos a tiempo parcial que lograba conseguir. Era modelo, niñera o portera. Todo fuera por ayudar a mi madre con nuestros gastos.    Más allá del pluriempleo, las clases de baile con Marie Rabert resultaban agotadoras y caras. A veces incluso hasta podía dar miedo porque Marie Rambert tenía por costumbre atizar en los nudillos con una vara a sus alumnos. Muchos de ellos lloraban. Pero a mí no me importaba puesto que estaba ya muy acostumbrada a la disciplina y el trabajo duro. Todo