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Mostrando entradas de septiembre, 2021

Capítulo 36: Londres.

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     Londres. Sí, al fin Londres. A finales del año 1948, mi madre y yo habíamos reunido el dinero suficiente para el viaje y el inicio de nuestra nueva vida en la capital inglesa. Mi madre trabajaría como portera en South Audley Street en Mayfair. Recuerdo como cada mañana salía corriendo, extasiada de felicidad, hacia la escuela de danza. Lista para ensayar. Lista para hacer mis sueños realidad. Y lista para demostrarle al mundo de lo que era capaz. 

Capítulo 35: Rumbo a Londres.

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    Rumbo a Londres. Londres me abriría un nuevo camino por lo que deberíamos esmerarnos para lograr ir a la capital inglesa. Empecé a trabajar como modelo a tiempo parcial. Participé en una película documental interpretando el papel de una azafata. También aprovechaba para diseñar y confeccionar sombreros. Mi madre se dedicaba a venderlos en el salón de belleza en el que trabajaba. Con cada trabajo como modelo, con el documental que había realizado, y con cada sombrero vendido sabía que me aproximaba cada vez más a mi querida Londres: Rumbo a mis sueños. 

Capítulo 34: Una nueva oportunidad.

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     Una nueva oportunidad. En aquel momento de tristeza profunda acudió a mí la mejor de las noticias. Mi profesora de ballet, Sonia Gaskell, me habló de la posibilidad de estudiar en una escuela avanzada de danza en Londres. Lo único que tenía que hacer era ponerme en forma. En aquel momento lo tuve muy claro. Inmediatamente recuperé mi figura ágil de bailarina. Pronto, la prestigiosa escuela londinense de Marie Rambert me aceptó con una beca. Cómo mi madre debía pagar mi alojamiento, manutención y demás gastos, decidió que lo mejor era que nos marchásemos todos a Londres ya que apenas llegaba a final de mes en Ámsterdam como para asumir también mis gastos en Londres. 

Capítulo 33: Fantasmas del pasado.

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     Fantasmas del pasado. Y ellos, los fantasmas de mi pasado volvieron a mí. La guerra, el hambre, el abandono de mi padre, la búsqueda fallida de afecto por parte de mi padre, la soledad en el internado, mis ilusiones truncadas, la muerte de mi tío Otto y de mi prima… todos aquellos recuerdos fatídicos rondaban mi mente en aquellos momentos de flaqueza con el baile. Aquello debió provocarme cierta ansiedad porque de pronto comencé a comer en grandes cantidades. Lo que más me gustaba era el chocolate, para mí, el sabor de la libertad. A parte de comer también optaba por dormir, simplemente, para no pensar. 

Capítulo 32: Y de nuevo… ¡A bailar!

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       Y de nuevo… ¡A bailar! Así fue. La guerra había acabado y todos estábamos arruinados. Apenas habían viviendas disponibles en Ámsterdam. Suerte que mi madre consiguió alquilar un pequeño apartamento y empezó a trabajar como cocinera. A pesar de su exiguo sueldo, me apuntó a clases de ballet. De ese modo la joven e innovadora Sonia Gaskell se convertiría en mi nueva maestra de baile. A ello debo agradecerle también la recomendación de Winja Marova, mi antigua profesora de baile.      Con una vitalidad renovada y mucho entusiasmo recobré entonces las clases de ballet. Por desgracia yo era demasiado distinta a mis compañeras. Me cansaba muy rápido, no soportaba algunas posturas durante demasiado tiempo y era notablemente menos flexible que las demás. Sonia Gaskell era muy buena conmigo ante estas dificultades, ella siempre estaba allí para ayudarme, para aconsejarme, y probablemente para lamentarse hacia sus adentros por lo que la guerra había provocado en mí. Cinco años muy impor

Capítulo 31: Hepburn.

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   Hepburn. Por aquel entonces mi madre decidió que debería retomar el apellido de Hepburn anteponiéndolo al de Ruston. Mi vida como Edda van Heemstra había acabado tanto como mi vida como Audrey Ruston. Mi madre Ella decidió recuperar el apellido de Hepburn para mí, a pesar de que este provenía de otra rama familiar, la de su marido. Hepburn era el único nombre aristocrático que mi madre pudo encontrar en el árbol familiar de los Ruston, el apellido de la abuela de mi padre, presuntamente descendiente de James Hepburn, conde de Bothwell, conocido por ser el tercer esposo de la reina Mary de Escocia. En un principio utilizaba una combinación de ambos apellidos: Hepburn-Ruston. Pero finalmente me quedé solo con el primero honrando así a mi bisabuela.