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Mostrando entradas de marzo, 2022

Capítulo 42: High button shoes.

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     High button shoes. Era una comedia musical dirigida por Archie Thomson. Se estaban buscando coristas para algunos números musicales cortos con una buena nota de humor. Se presentaron nada más y nada menos que 3000 jóvenes y solo iban a escoger a 40. Una vez más me estaba enfrentando a una terrible lista…      ¡Y voilá! Esta vez mi nombre sí que figuraba en aquella lista. El 22 de diciembre de 1948 firmé al fin aquel contrato de una sola página. Recibía nueve libras por doce funciones semanales. Y aunque no era el tipo de espectáculo con el que había soñado, al menos me estaba ganado la vida bailando.      La música era necesaria en mi vida. Me lo pasaba bien compartiendo el camerino con las otras chicas. Tras el sufrimiento y el miedo que hasta entonces habían estado protagonizando mi vida, al fin sentía una alegría absoluta por estar viva. Al fin bailaba, bailaba de nuevo sobre un escenario cada noche. 

Capítulo 41: Reconstrucción.

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     Reconstrucción. Sabía muy bien que ahora tocaba reconstruirse. Y lo mismo hacia la ciudad londinense. Los cráteres que las bombas habían dejado a su paso se estaban reconstruyendo. Y aunque algunos edificios seguían medio derruidos, al menos ya no quedaban escombros a sus alrededores.        El abastecimiento no era como debía ser. Todavía faltaban productos básicos, y algunos otros eran racionados por el gobierno. Aun así la gente parecía un poco más optimista. Y al verles, teniendo en cuenta además mis circunstancias, sabía que había llegado la hora de renacer como el ave fénix.      Abandoné la residencia de Kensington para volver junto a mi madre. Fue entonces cuando comencé a buscar agencias artísticas que me permitieran introducirme en el mundo del teatro. Siempre había oído que con mi físico esbelto, mi habilidad para el baile y mi belleza natural, tendría muchas posibilidades. Yo no estaba segura del todo de qu...

Capítulo 40: Una gira en Australia y Nueva Zelanda.

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     Una gira en Australia y Nueva Zelanda. Eso era justo lo que estaba preparando mi exigente pero querida Madame Avispa , Marie Rambert, en aquel caluroso verano de 1948.     Estaba muy emocionada ante aquella posibilidad. Pensé que si algún día iba a bailar en el Covent Garden como primera bailarina, aquella era mi ocasión para empezar a brillar de verdad ante el gran público. Un “SÍ” o un “NO” era lo único que me separaba de mi sueño en aquel momento.       El terrible resultado fue un enormísimo “NO”. Me quedé mirando a Madame Avispa desconcertada. Fue entonces cuando esta me recordó aquello de que era demasiado alta. Y añadió que había comenzado a entrenar en serio siendo demasiado mayor y que por ende algún día sería una gran segunda bailarina o una muy buena profesora de ballet.     Recuerdo como me quedé sola en aquella enorme sala de ballet. Estaba completamente triste y desolada. Las lágrimas comenzaron a desce...