Capítulo 16: Dificultades.

 


     Dificultades. Supe que iba a vivir una vida de dificultades en aquel momento. Tras una larga tradición de paz, los soldados holandeses no estaban preparados afrontar una guerra, y tampoco para defendernos del ataque. Tras sufrir un bombardeo en Rotterdam, el Gobierno y la familia real escaparon del país en un vuelo que los llevaría a Londres. Desde allí coordinarían, con poco éxito, la defensa del ejército nacional. En la misma semana, los alemanes atacaron La Haya con bombas incendiarias. Tras perder sus aviones y buena parte de la maquinaria bélica, Holanda terminó por rendirse.

     Empecé a evitar a los soldados que se paseaban por las calles. Me escondía de ellos por temor. Entendí que disfrutar de la cultura holandesa por el momento tendría que esperar.

     Mi madre, mis hermanos y yo, nos instalamos con el tío Otto y la tía Miesje en el castillo de Zijpendaal. Veíamos como nuestras joyas y demás objetos de valor iban mermando poco a poco. Nos hacíamos más pobres, y no teníamos precisamente muy claro de qué nos alimentaríamos.

    Seguí asistiendo a clases de ballet en el conservatorio de Arnhem, escuela que había tenido la bondad y la decencia de dejar de cobrar sus tarifas aceptando únicamente lo que las familias pudieran permitirse pagar. Al menos tenía a la danza de mi parte. Mi madre también me apuntó a clases de holandés, y me prohibió hablar cualquier idioma que no hubiese aprendido en Kent.

     Sabía que mi apellido inglés era peligroso ante los alemanes que odiaban todo lo británico.

     Adaptarme a aquel idioma que llevaba tanto tiempo sin usar se me antojana una tarea muy difícil. Por eso adquirí una singular forma de hablar que me dejaría una marca de por vida. Nunca conocería un idioma que me permitiera relajarme cuando estuviese cansada, nunca me acostumbraría a una sola entonación, y nunca tendría una lengua que pudiese considerar materna o simplemente mía. 




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