Capítulo 9: Danza.

 

   Danza. ¿Quién me iba a decir a mí que la danza se convertiría en un indispensable en mi vida? En el internado adoraba la historia, la mitología y la astronomía. Por lo contrario odiaba profundamente las matemáticas. ¿Para qué las quiero? No sirven para nada de nada. Todos lo saben, aunque no lo dicen. Son definitivamente difíciles e inútiles.

  Pero estaba ella… la danza. Con la danza alcancé mi gloria. El baile se convirtió en un sueño de inmediato para mí.

  La profesora Norah Ridgen, maestra del centro y discípula de la gran bailarina y coreógrafa Isadora Duncan, y otro profesor proveniente de Londres, me enseñaban ballet.

  De ese modo, y gracias al baile, desarrollé una hermosa capacidad para exteriorizar mis sentimientos y canalizar todas mis energías a través de mi pequeño cuerpo de apariencia delicada y fuerte sentimiento. 




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