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Mostrando entradas de noviembre, 2023

Capítulo 87: Una cara con ángel.

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    Una cara con ángel . Ese fue el motivo por el acepté regresar a Los Ángeles. Había alcanzado tantas cosas a lo largo de mi carrera, que a menudo parecía que mi trabajo ya no pudiese ir a mejor. Tal vez por eso estaba decidida a no aceptar cualquier papel y a no meterme en la agobiante industria de Hollywood sin más. Estaba decidido: solo aceptaría si sentía que ese personaje era realmente para mí.      Y eso es justo lo que me pasó con Una cara con ángel en 1956, una película que me permitía hacer lo que más amaba en el mundo: bailar. Además se trataba de una comedia musical en la que trabajaría con la estrella Fred Astaire.      Durante dos meses ensayé canto y baile. Cumplí los veintisiete sintiéndome como cuando era una niña y me entrenaba Marie Rambert. Era como volver a ser aquella jovencita, solo que más madura, tenaz y por supuesto perfeccionista.      A pesar de que Fred Astaire a veces tenía mal humor, yo disfruté de aquel rodaje como una niña pequeña con su juguete

Capítulo 86: "Mi cuerpo".

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    Mi cuerpo. Sí, lo sé, mi cuerpo daba que hablar en más de una ocasión. Siempre había sido así y lo tenía asumido. El caso es que para una secuencia de Guerra y Paz en la que llevaba los hombros al descubierto y tenía que echar a correr, el director de fotografía, Jack Cardiff, me recomendó ponerme un collar para disimular mis hombros marcados debido a mi eterna delgadez. Por supuesto me negué tal y como tenía que hacer. Le recordé que yo era como era y que hasta la fecha no me había ido tan mal siendo así.     Por descontado no era la primera vez que había pasado. De hecho, Arthur Wilde, publicista de la Paramount, ya intentó que me aumentara los pechos en una ocasión. Según contó Wilde años después, el estudio la mandó a él la tarea de informarme de que querían que me los aumentase. Además añadió que había iniciado un nuevo estilo en 1953 y que eso le parecía una maravillosa novedad.

Capítulo 85: "Vidor".

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     Vidor. La película de King Vidor, Guerra y Paz , se convirtió en una gran superproducción en la que me dejé la piel. Esta película sobrepasó el número de extras, vestuario, desplazamientos, alquileres, etc... A pesar de seguir bastante triste por la pérdida de mi breve embarazo seguí adelante. Me mostraba firme, tranquila y serena ante los demás, y más aún cuando trataban de inmiscuirse en mi vida.  

Capítulo 84: ¡Es imposible!

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     ¡Es imposible! Yo no valgo tanto. ¡Por favor, no se lo digas a nadie! Eso fue lo que exclamé cuando mi representante me confirmó lo que iba a cobrar por Guerra y Paz justo después de cumplir los veintiséis años y de estar pasando por uno de los peores momentos de mi vida. Por la película de Guerra y Paz iba a ganar trescientos cincuenta mil dólares más otros quinientos a la semana en dietas por cinco meses de rodaje. Mi marido Mel, en cambio, ganaría cien mil. Me convertí así en la actriz mejor pagada de la historia. Y a pesar de que le pedía a mi representante que fuera discreto, finalmente la prensa terminó haciéndose eco del asunto.

Capítulo 83: La tristeza más profunda.

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     La tristeza más profunda. Una pena enorme e indescriptible asoló nuestras vidas. Mel y yo perdimos a nuestro hijo a causa de un aborto espontáneo. Mi felicidad absoluta se trucó de pronto y todos nuestros planes se vinieron al traste. Acababa de ser nominada a los Premios Óscar tras el estreno de la película Sabrina en París. En mi carrera había conseguido algo muy complicado con aquella nominación, una segunda película y una segunda nominación, todo de una forma muy seguida. Pero para mí dicha nominación no tenía valor si no podía cumplir mi sueño de ser madre. En aquel momento sentí que me volvería loca. No comprendía por qué no podía lograr lo que otros tenían sin apenas  pretenderlo. Además, Mel ya tenía dos hijos de un matrimonio anterior pero yo seguía sin tener ninguno propio. Mi madre y Mel me recomendaron que me centrara en mi trabajo. Y eso fue lo que hice. 

Capítulo 82: Sensaciones extrañas.

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     Sensaciones extrañas. Por aquella época tenía sensaciones de lo más extrañas. Sentía el estómago revuelto cada mañana y a menudo me despertaba en mitad de la noche, pero aun así algo en mí hacía que me sintiese realmente radiante. Mi marido Mel y yo queríamos tener un hijo, pero no estaba resultando nada fácil. Fue entonces, tras aquella serie de síntomas, cuando lo comprendí. Y unos días después el médico lo confirmó. ¡Al fin estaba embarazada! Sentí que aquello valía más que cualquier otra cosa del mundo. Era mejor que obtener un importante premio cinematográfico, mejor que el éxito o que la fama. Al menos para mí era mucho mejor y estaba por encima de todo. Mi tristeza se disipó de inmediato. Y al compartir la noticia con Mel los dos fuimos felices juntos.