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Mostrando entradas de julio, 2021

Capítulo 30: Al fin Holanda era libre.

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      Al fin Holanda era libre. No obstante las heridas seguían ahí y eran profundas. Nada podría volver a ser exactamente como antes. La reina Guillermina emitió un mensaje radiofónico apelando a la colaboración. Aquello me recordó a la frase de mi madre: “Los demás van antes que uno mismo. El prójimo siempre es más importante”.    Un año después, a principios de 1946, mi madre y yo nos instalamos en el hospital de Ámsterdam. Allí nos dedicamos a atender a los enfermos y a ayudarlos con sus necesidades físicas o a escribir y leer cartas. 

Capítulo 29: Chocolate.

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      Chocolate. Me encontraba junto a los militares aliados, compartiendo aquella mañana de alegría. Se me ocurrió pedirles un cigarrillo. Pero al verme, con mi metro setenta, escuálida y famélica, uno de ellos decidió darme todo el chocolate que llevaba consigo. Sin pensármelo engullí cinco tabletas de sopetón. Al final tomé también un cigarrillo que me haría toser más de lo esperado. Y por si fuera poco, también el chocolate me haría enfermar. Estaba demasiado acostumbrada a la sopa de ortigas como para comer otras cosas infinitamente más ricas con total normalidad. Además mi estómago no estaba acostumbrado a la ingesta de cantidades grandes de comida.     Aquella mañana comprendí que mi vida, pausada hasta el momento, volvería a ponerse en marcha. Y que el mundo lo haría al mismo tiempo.     Los ciudadanos de Arnhem y Velp volvimos a tener acceso a la comida, mantas, medicinas y ropa, gracias a la llegada de la Administració...

Capítulo 28: 4 de mayo de 1945.

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       4 de mayo de 1945. La mañana amaneció en silencio. Apenas podía escucharse el canto de algunos pájaros en el campo. La noche anterior todo habían sido gritos y detonaciones procedentes del río.    Con el transcurso de la mañana, las calles comenzaron a llenarse de vítores y cantos. Me asomé a la ventana para ver qué pasaba, encontrándome así con un grupo de soldados británicos recorriendo las calles. Incluso nuestra casa estaba rodeada de militares aliados bien armados. Aun vestida con harapos me acerqué a ellos para hablarles en inglés. Los hombres olían de una forma muy especial: a combustible y tabaco. ¡El olor de la libertad! Al menos así lo sentí yo porque era muy distinto a lo que estaba acostumbrada. 

Capítulo 27: Anna Frank.

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      Anna Frank. Ya de mayor, cuando aquello no fuese más que una pesadilla lejana, leería el Diario de Anna Frank. Aquella niña me sorprendió sobremanera. Ambas habíamos sobrevivido al régimen de Hitler siendo niñas, con la misma edad e incluso hasta en el mismo país. Podía entender y sentir perfectamente su miedo así y como sus ganas de vivir y salir adelante.   “El espíritu de supervivencia es muy fuerte en las palabras de Anna Frank. En un momento dice “estoy deprimida” y al siguiente habla de que quiere montar en bici. Ella es la muestra de una infancia en terribles circunstancias”. (Testimonio real de Audrey Hepburn).

Capítulo 26: Operación Market Garden.

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     Operación Market Garden. La maniobra contó con casi cien mil soldados de las fuerzas aliadas. No obstante, a pesar de todos los combatientes y de su estrategia, no consiguieron recuperar los cinco puentes principales de los ríos de Holanda. Era 1944, y con aquel terrible fracaso, Arnhem quedó prácticamente destruida. El miedo y el hambre tras aquel acontecimiento provocaron que mucha gente se mudara al campo. Sin maletas ni rumbo claro, con la única idea de encontrar seguridad y alimento, la gente buscaba un nuevo hogar en el campo. Pude verlo todo: a aquellas familias con bebés muy pequeños, niños de todas las edades y ancianos enfermos que avanzaban por los caminos en busca de una oportunidad.     Yo, quien ya hacía tiempo que estaba en el campo, agradecía tener un techo en el que vivir. No obstante, no tenía comida, y mi familia y yo nos alimentábamos de ortigas y hierbas.      Tuve que dejar las clases de ballet, porque...

Capítulo 25: La fila.

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      La fila. Una de esas mañanas frías, tristes y oscuras de invierno, un grupo de soldados alemanes bien armados nos ordenaron disponernos en fila a las mujeres que encontraron por la calle. Inmediatamente me puse a recitar el padre nuestro en holandés para apartar un poco el miedo de mi ser. Nos hicieron subir a tres camiones. Sin pensárselo estos comenzaron a avanzar por las calles de Arnhem. A mí alrededor tan solo podía ver los rostros asustados de las otras mujeres y niñas cuyos destinos estaban en manos de aquellos monstruos.   Cuando los solados comenzaron a golpear y a identificar a los ciudadanos judíos, perfectamente indicados con la estrella de David cosida en su ropa, escuché un tremendo estruendo provocado por las armas al chocar contra los cuerpos de las prisioneras. En aquel momento me olvidé de que tenía miedo y salté del camión. No corrí porque sé que habría sido en vano y que probablemente habría muerto con aquel acto. Más bien permanecí debajo...

Capítulo 24: Hambruna.

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       Hambruna. Más de 20.000 personas murieron en Holanda a causa de ella, y otros miles debido a enfermedades relacionadas con la desnutrición. El café, los huevos y la carne ya se consideraban inexistentes. Con el tiempo, terminamos mudándonos a una de las casas del barón en Velp, a las afueras de Arnhem. Allí comenzaos a vivir con nuestra tía viuda Miesje y los abuelos. En la nueva casa trataba de entretenerme, como de costumbre, para olvidar el hambre. Me distraía con las emisiones de propaganda, y también pasando tiempo con mi abuelo. Mi querido abuelo solía sentarse al lado de una pequeña lámpara para hacer sus crucigramas. Esta era nuestra única forma de matar el tiempo y el hambre. 

Capítulo 23: Adiós, tío Otto.

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    Adiós, tío Otto. Aquella fue una de las pérdidas más terribles de mi vida. Ante el crecimiento imparable de la Resistencia, los nazis querían demostrar que ellos eran aun todavía más implacables. La Resistencia, entre una de sus muchas operaciones, trató de destruir un tren alemán que transportaba maquinaria militar. No consiguieron ninguna confesión por parte de la Resistencia, de modo que tomaron la más horrenda de las decisiones: escoger un grupo de ciudadanos al azar para ejecutarlos. Mi querido tío Otto van Heemstra, aquel que había sido para mí como un padre, y una de mis primas, fueron escogidos para formar parte de aquel grupo.    Tenía trece años cuando los fusilaron. Los colocaron a ambos, confusos y aterrados, en aquella hilera de muerte. Aparté la vista en el momento decisivo porque no quería albergar el recuerdo de sus cuerpos desplomándose sobre el suelo. Con su última mirada de terror era suficiente. “En mi adolescencia conocí la fría garra del...

Capítulo 22: Mi padre estuvo preso.

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      Mi padre estuvo preso. Fue terrible enterarme de aquello. Mi madre y yo estábamos acostumbradas a no recibir noticias suyas, pero con el tiempo nos enteramos de que sus tendencias favorables con el régimen nazi, le llevaron a pasar tres años encerrado en una cárcel en Inglaterra. Posteriormente terminaría en un campo de detención en la Isla de Mann. Pero lo más doloroso para mí no era el encarcelamiento en sí, sino el certificar que hubiese estado apoyando a aquellos que mataban, aterrorizaban y hacían pasar hambre a toda Europa. 

Capítulo 21: Una complicada misión.

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      Una complicada misión. Un día me vi obligada a lidiar con una complicada misión de espía.  Uno de los hombres de la Resistencia me paró en la calle pidiéndome ayuda. Lo recordaba, lo había visto antes asociándose y relacionándose con otros miembros de la misma. El hombre me explicó que un paracaidista británico estaba oculto en el bosque de Arnhem, y que se había enterado de que los nazis realizarían maniobras por la zona. Como yo sabía hablar inglés era la única que podía advertir al hombre del peligro que corría antes de que lo descubriesen. Posteriormente debía avisar a otro miembro de la Resistencia para que le proporcionase cobijo. Y así lo hice. Sin dudarlo, ni por un solo instante, me interné en el bosque.    La misión parecía fácil pero yo sabía que no debía confiarme. Si caminaba muy rápido, hacía algún gesto sospechoso o sonreía cuando no debía, podría estar completamente perdida. Por eso decidí caminar tranquila, de forma pausada, pasear re...

Capítulo 20: Me convertí en una espía de la Resistencia.

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       Me convertí en una espía de la Resistencia. Efectivamente así fue. Quise hacer lo mismo que hacían otras niñas. De tal modo, que, tras una de nuestras funciones, decidí que quería transportar un mensaje oculto de un miembro a otro. Cogí un papel escrito a mano, lo doblé, y al igual que las otras lo escondí en uno de mis zapatitos de bailarina. Con el miedo y la piel hirviendo trasporté aquel primer mensaje fingiendo la seguridad que no sentía en lugar del temor que me embriagaba. 

Capítulo 19: La Resistencia.

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     La Resistencia. Mi gracia al bailar me llevó a unirme a la Resistencia. Encantada con mis movimientos, la profesora me abrió paso hasta las conocidas como funciones negras . Se trataba de una serie de funciones secretas, a puerta cerrada, para recaudar dinero para la Resistencia holandesa.    La Resistencia estaba formada, en su mayoría, por jóvenes holandeses que buscaban la forma de encararse con el régimen nazi. Se dedicaban a recopilar información sobre los enemigos y a proporcionarles auxilio a los aviadores aliados que habían sido derribados por los contrarios.   Mi hermano Ian entró en la resistencia, posteriormente también me madre, Ella, y yo principalmente mediante el baile.